De las aproximadamente 2.000 especies de roedores que existen, tres son consideradas plagas importantes a nivel mundial: la rata parda o rata de alcantarilla (Rattus norvegicus), la rata negra (Rattus rattus) y el ratón domestico (Mus musculus). Estas tres especies son comensales del hombre y se han adaptado extraordinariamente bien a los ambientes urbanos donde la actividad de las personas les proporciona alimento y refugio por lo que su presencia en los distintos tipos de instalaciones en los que el ser humano desarrolla su actividad es muy frecuente.
En estos ambientes ocasionan múltiples problemas como la destrucción de alimentos por consumo directo y daños comerciales por mordisqueo y/o contaminación. Además de destrucción de objetos, equipos, cableado eléctrico, etc. producida por la característica acción de roer, a la que se atribuye por ejemplo el 25% de los incendios de origen indeterminado.
No debemos olvidar tampoco que los roedores son transmisores de diversos agentes patógenos para el hombre como virus (rabia), bacterias (salmonelosis, peste), ricketsias (tifus), protozoos, helmintos, trematodos, cestodos y hongos.
Actuar contra estas plagas resulta especialmente difícil. Sobreviven en todo tipo de ambiente y tienen una tasa reproductiva muy alta. Son animales rápidos que tienen gran habilidad de movimientos y sentidos desarrollados. Por ejemplo, trepan y caminan con facilidad por cables, hilos, plantas, paredes…, saltan sin impulso a un metro de altura y a metro y medio de longitud, nadan y bucean (incluso contra corriente en las cañerías), excavan y son capaces de hacer pasar su cuerpo por agujeros de muy pequeño diámetro. Además, son animales inteligentes que desconfían de lo nuevo pero que se acostumbran a lo habitual (ruidos, polvos, alimento…), siendo capaces de aprender de la experiencia ajena (“aversión al cebo”).
Todo esto convierte a los roedores en los animales plaga más temibles.